martes, 27 de agosto de 2013

Hilda

Así como muchas veces, por desgracia, usamos estos espacios para denunciar o quejarnos de algún problema, injusticia u omisión de las autoridades, hay veces que también celebramos cuando uno de estos lamentables hechos es corregido.

Tal es hoy el caso de Hilda quien, cuando buscaba recibir la atención médica que por derecho le correspondía, se encontró con el prejuicio, la ignorancia y la franca maldad.

Reproduzco aquí íntegro el discurso que dio esta mañana mi amiga Regina Tamés Noriega, Directora General del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) quienes se hicieron cargo del caso de Hilda y me uno a su llamado para que cosas así dejen de ocurrir:

Buenos días, bienvenidas amigas y amigos de los medios de comunicación, soy Regina Tamés, Directora General de GIRE , y quiero agradecerles su presencia esta mañana.

El día de hoy tenemos sentimientos encontrados. Aunque estamos contentos por el motivo de nuestra reunión que es el reconocimiento de la inocencia de Hilda, también sabemos que ganamos una batalla pero que aún hay muchas pendientes, ya que hechos como los que vamos a relatar hoy no tendrían que haber ocurrido nunca, ni en nuestro país ni en ningún lugar del mundo.

El 10 de julio de 2009 Hilda López de la Cruz, quien entonces tenía 18 años, llegó al Hospital Básico Comunitario de Tamuín, San Luis Potosí, solicitando ser atendida por una fuerte hemorragia.

En otras palabras, Hilda no hizo más que solicitar lo que era su derecho, el acceso a servicios de salud durante una emergencia obstétrica lo cual, en un país con índices crecientes de mortalidad materna, debería ser una prioridad para el Sistema de Salud. Cabe mencionar que la hemorragia está entre las primeras tres causas de muerte materna en México.

El día anterior Hilda y su madre, en cuyas casas no hay agua corriente, habían tenido que acarrear agua cuesta arriba en botes de plástico de 20 litros para llenar los tanques de su casa.

A la mañana siguiente Hilda comenzó a sentirse mal, al salir de su cuarto se desmayó como consecuencia de pérdida de sangre y, acompañada por un vecino y su hermana mayor se trasladó al hospital, donde en lugar de recibir la atención a la que, repito, tenemos derecho todas las mujeres fue tratada como una criminal.

El médico que la recibió, sorprendentemente mujer también, comenzó a interrogarla de manera agresiva sobre el motivo de la hemorragia preguntándole con insistencia si había introducido algo para provocarse el sangrado, función que de ninguna manera corresponde a un profesional de la salud y mucho menos mientras la paciente a la cual tiene obligación de atender se está, literalmente, desangrando frente a sus ojos.

A pesar de que Hilda le explicó a la doctora el esfuerzo físico que había realizado el día anterior, ésta continuó insistiendo y, todavía sin atender su hemorragia, la amenazó con hacer unas pruebas de sangre que demostrarían su mentira diciéndole que, entonces, le iría peor. Consciente de que su vida corría peligro y para que la supuesta “profesional de la salud” cumpliera por fin con su obligación, Hilda se vio orillada a confesar que se había tomado una pastilla la cual, como se pueden imaginar, es bastante difícil de conseguir en un pueblo donde ni siquiera hay acceso a agua potable.

A partir de ahí comenzó una historia de terror que no voy a describir en detalle porque Hilda, quien está hoy con nosotros, se las contará en un momento, pero les diré que Hilda entró al quirófano bajo amenaza de que se daría parte al Ministerio Público porque ella había cometido el delito de aborto.

Apenas saliendo de la operación y vestida únicamente con la bata del hospital, Hilda fue trasladada a los separos de la cárcel preventiva de Tamuín, allí la mantuvieron presa toda la noche y en la mañana del 11 de julio le decretaron libertad, con reservas de ley, argumentando que no había indicios suficientes para probar su culpabilidad.

Cualquiera que hubiera pasado por esto tendría ganas de olvidarlo, pero para Hilda no iba a ser posible porque, tres años después, el 23 de julio de 2012, fue detenida por policías ministeriales cuando estaba de visita en casa de sus papás como probable responsable del delito de aborto. En otras palabras, su proceso continuaba abierto, aunque ella no lo sabía.

Hilda tuvo que volver a prisión y salió bajo fianza, pero el 5 de abril de 2013 el Juez Tercero Mixto de Primera Instancia de Ciudad Valles, Miguel Ángel Ramiro Díaz, la declaró culpable y le dictó sentencia condenatoria de un año de cárcel, a pesar de que en el proceso penal nunca se presentaron pruebas suficientes de su responsabilidad en el aborto. 

En cuanto GIRE conoció el caso de Hilda decidimos hacernos cargo de su defensa porque, según la amplia experiencia que tenemos en estos casos y en el apoyo a las víctimas, nos dimos cuenta de que más allá de cualquier circunstancia, el hecho irrefutable era que su derecho a un debido proceso había sido y seguía siendo violentado por las autoridades.

Es de hacer notar la valentía de Hilda, quien decidida a probar su inocencia, apeló la sentencia.

La voluntad de Hilda de llegar hasta las últimas consecuencias fue recompensada el pasado viernes 23 de agosto, cuando los magistrados de la 5ª Sala Mixta del Supremo Tribunal de Justicia de San Luis Potosí revocaron la sentencia que la declaraba culpable, reconociendo su error y ratificando lo que Hilda siempre tuvo claro: su inocencia.

El caso de Hilda pone de manifiesto dos problemas terribles a los que se enfrentan las mujeres mexicanas:

-       los prejuicios de las autoridades judiciales en cuanto al tema del aborto, y

-       la criminalización a la que el personal de salud de los hospitales públicos somete a las mujeres que solicitan atención médica ante una emergencia obstétrica, como es su derecho, con independencia de las circunstancias que la hayan provocado. Hoy, en México, se está llegando al extremo de denunciar y condenar a mujeres que han sufrido abortos espontáneos.

Por eso, desde GIRE aprovechamos esta conferencia de prensa para hacer un llamado al Poder Judicial y a las autoridades de salud, federales y estatales, para decirles que no queremos ni una Hilda más.

Hablamos ya de que la mortalidad materna en México es elevada. En San Luis Potosí, de donde viene Hilda, el 15% de las muertes maternas son de mujeres que fallecen en la vía pública y podemos deducir que muchas de ellas, al ver casos como el que hoy nos ocupa, no se atrevieron a solicitar atención en un hospital sabiendo a lo que podían estar expuestas. En otras palabras, prefirieron morir antes de pisar injustamente la cárcel.

El caso de Hilda también sirve para demostrar que, cuando nos solidarizamos para exigir justicia, se puede lograr mucho. Desde GIRE, además de la estrategia jurídica, impulsamos una campaña que reunió más de 30 mil firmas en una carta dirigida al tribunal pidiendo que analizara el caso objetivamente, cosa que hicieron los magistrados y por lo cual los felicitamos.

Nada va a devolver a Hilda la tranquilidad perdida cuando era señalada como culpable y estigmatizada en los medios, ni los días que pasó en la cárcel.  Sin embargo, el fallo del tribunal sirve para hacer patente a los ojos de todos su inocencia y para demostrar las enormes fallas que persisten en el sistema de impartición de justicia y en el acceso a los servicios de salud; errores que, por otra parte y, como dije al principio, no tendrían que haber ocurrido nunca.

Querida Hilda, a nombre de todas las mujeres que ya no queremos que nadie esté expuesto a los abusos y prejuicios de quienes deberían estar para garantizar nuestros derechos y no para violentarlos, te damos las gracias por tu valentía y esperamos que tus esfuerzos para demostrar tu inocencia sirvan para que ninguna otra mujer tenga necesidad de declararse culpable para recibir atención médica.

martes, 20 de agosto de 2013

Antes y Después

Hola, nuevamente te doy la bienvenida a este espacio que había dejado abandonado desde hace hace casi medio año, sobre todo por razones de tiempo y falta de ganas de escribir.

Hoy vuelvo un poco obligado por las circunstancias ya que los medios que tenía para comunicar mis particulares puntos de vista (con los que cualquiera tiene derecho a no estar de acuerdo) se han ido cerrando poco a poco, unos por elección propia y otros por circunstancias fuera de mi control.

Pero bueno, para eso estamos en la era del Internet y del "hágalo usted mismo", para trabajar igual que como lo hacíamos antes nomás que sin que nos paguen un peso por hacerlo y exponiéndonos a las mismas mentadas de madre que antes, es maravillosa la era de la comunicación.

En fin, como dijo Einstein: todo es relativo, la verdad es que estoy muy contento de poder disponer de este espacio y si alguien lo lee y tiene ganas de contestarme algo, pues me encantará tener ese diálogo por ahí porque, la verdad, yo si espero escribir para que me lean.

Hoy estoy particularmente contento, aunque al mismo tiempo algo apabullado.

Para los que me conocen y me han visto recientemente, o para los que me hacían el favor de verme en la TV o en el Twitter se habrán dado cuenta (bastante publicidad me he dedicado a hacer de ello) de que he bajado 27 Kg y he dejado de ser un marrano, por lo menos en apariencia porque en la parte de higiene hay quien discrepa de esta afirmación. 

Así es la palabra: marrano, yo que la empleo con mi mismo no hago concesiones en aras de la corrección política, la cosa es que si una persona como yo, que tiene acceso a toda la información y puede, afortunadamente, pagar cualquier tipo de comida o gimnasio se deja llegar a los 99 kg existe un factor más allá del apetito y la falta de hábitos saludables que debe ser tomado en cuenta y, para mí, el llamarme así significa algo que nunca más quiero volver a permitirme.

La cosa es que, con la ayuda de una muy paciente y entregada Lic. en Nutrición que se llama Mayte Martín del Campo que después de 9 meses de trabajo bien hecho es también ya una querida amiga, yo ya no me veo como un vocho parado (no parado sin moverse, sino parado vertical), lo cual me hace extremadamente feliz y me hace sentirme muy sanote, además de que nunca está de más pasearte por las tiendas de ropa y contarle al dependiente así... casual "es que acabo de bajar 27 kg ¿sabe?" es una cosa muy satisfactoria.

Pues resulta que Mayte me escribió ayer para decirme que si podía usar varias de mis fotos en su publicidad en una campaña de esas de "antes y después".

Como dijo Supercán "Oh my Dog", una cosa es ser esbelto anónimo y otra muy distinta transformarte, de la noche a la mañana, en el póster boy de acreditada clínica de nutriólogos (Maks Nutrición 1450 3873), no sabía si ruborizarme, desmayarme o agradecerle a la Academia por haber pensado en mí.

Realmente creo que Mayte lo hizo pensando en que no quería tener que publicar otro póster que fuera "Antes, Después y Después del Después" por eso, con esa perfidia que solo una mujer posee, me acaba de obligar a permanecer así por lo menos los próximos diez años.

Así que, ni modo, el marrano se tendrá que quedar archivado porque yo quiero vivir mucho y vivir bien y, sobre todo, poder agradecer a la Academia cantando así:



Cualquier correspondencia o mentada de madre es a 
@angeldehesa o a mi cuenta de facebook